El último susurro


Unos ojos titilantes marcados por la ira me miraban en un cuadro pintado por él cuando su rostro todavía era hermoso. El susurro de esa pintura no dejaba de atraer a mis peores temores. Siempre había estado en el castillo en el que mi amado esposo falleció, pero ahora, cobraba fuerza, una vida dentro de él nacía, y yo, atemorizada, quise huir de ese lugar en el que contemplé con él tantas noches, tantos días y tantos amaneceres.

Mi vida ahora se ahoga sin él, sin sus caricias recorriendo mi cuerpo desnudo, sin sus dientes clavándose en mi cuello y sin su mirada airada contemplando el atardecer. Larga la noche en el que vi su cuerpo caer, olvido largo el que me espera si la muerte no me acecha a mí también.

Quisiera irme, alejarme de este lugar que me oprime, sin embargo, algo me detiene. Las puertas han sido cerradas por un espíritu maligno. Me estaré volviendo loca o es que algún mal encierra este castillo. No puedo saberlo, no veo a nadie, solo la locura devorándome en mi propio tormento.

Una voz, semejante a la de mi marido, me llama a su lado. Puede que sea la muerte que me esté reclamando. La escucho en mi cabeza, en mi mente perturbada. Me arrodillo y lloro en medio de la sala. Los muebles parecen moverse, los cuadros caerse y los muros a mi alrededor derribarse.  Las puertas del balcón se abren y corro hacia él.

Es mi mente, lo asumo, he perdido la cordura.
Pero ya es tarde, siento el aire golpeando mi cara, el abismo ante mis ojos y el fin que acabará con mi locura.



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