Recuerdos de la guerra pasada

Muchos habréis visto, oído, leído toda clase de noticias de un conflicto bélico, de Irak, Siria, Ucrania, y la lista seguiría hasta, probablemente llenar esta página, puesto que el ser humano, sea por uno o por otros motivos, claro que la mayoría egoístas y ambiciosos, está metido en lo que es el peor destino de los posibles, una guerra, en un escenario que en la televisión se ve crudo, claro ¿cómo se va a ver en esas pantallas de alta definición?, que con casi toda probabilidad tendréis todos los que leáis esto, pero no es lo mismo. ¿Acaso la televisión muestra las imágenes más duras, las que harían vomitar hasta al más duro de los hombres?, claro que no, ¡como van a mostrar eso!  

Una guerra te destroza por dentro, una guerra puede ser, no, es el peor destino donde pueda ir un hombre, la guerra no solo te destroza físicamente, no, de hecho ese final quizá sea lo mejor que te pueda pasar, lo peor son los efectos psicológicos. No poder dormir por las noches, tener pesadillas de los hombres, que has tenido que asesinar, de quizá algún niño que te miró a los ojos y te intentó matar como si fuera un adulto más, atrapado en ese mundo de miseria, con la cara de la más pura inocencia que en realidad está esperando el mejor momento para meterte una bala entre ceja y ceja. Eso es lo que he tenido que vivir, esos son los efectos que aún hoy después de más de 74 años, si, 74 malditos años y aquí sigo con 92, viviendo en la que siempre ha sido mi patria, los EEUU,  después de la Guerra que conmocionó a todo el mundo, la que con tanto miedo muchos la pronuncian, la II Guerra Mundial.

Con tan solo 18 años me llamaron a filas en el 41, la sensación que tuve, no la podría explicar, en un principio emoción, ¡por dios iba a participar en la guerra que acabaría con aquellos malnacidos y fanáticos nacionalsocialistas! Sin embargo, a menudo que pasaba el tiempo, a menudo que pasaron los días, que iban corriendo las horas y el tiempo se agotaba, (tiempo que pasé con mi madre y con mi novia, las únicas que no acabarían en la guerra y las que no tenían en ese momento un pie en la tumba), a menudo que sabía que iban a ser los últimos instantes con ellas, la emoción se transformó en miedo y la adrenalina en sollozos.

El día de las despedidas fue horrible, no os podéis imaginar lo que es ver a una madre destrozada, arrodillada, llorando, rogando para que no se fuera su único hijo a una casi, muerte segura, al igual que su marido. Mi novia también estaba destrozada tanto o más que madre, perdía a su novio, a su hermano y a su padre, quienes descansan en el cementerio de Normandía, y a los que recordaré siempre.

Cuando llegué al campo de batalla, era todo devastador, parecía el fin del mundo, el panorama era horrible, muertos en las calles, niños, hombres, mujeres, hasta a los ancianos como yo se tiraban en las calles, como si fueran bolsas de basura que se tienen que recoger algún día. Al principio lloré, ¡por dios!, las lágrimas me salían cada vez que veía un cadáver, como podíamos hacer esto, no solo hablo  de los nazis, no, hablo de todas las ideologías, colores, todos los que estábamos en esa maldita guerra. Todos hacían cosas horribles, violaban a mujeres, ¡por el amor de dios!, mujeres que no tenían culpa de nada, mujeres que de lo único que tenían culpa era de haber nacido en el lugar y en el momento equivocado, mujeres que en muchos casos nos ayudaron.

El resto ya lo deducís por lo que habéis visto, muerte, sangre, cadáveres por las calles, que todo era malo, quizá no, había momentos buenos, los que pasaban luego de una victoria y estabas con la poca familia que estaba a tu lado  y con los compañeros, a los que era mejor no coger amistad porque si no luego te pasarías horas llorando por ver a tu camarada con una bala en la cabeza o peor, quedarte bloqueado en el frente y acabar tú también con otra bala idéntica.

Eso es por lo que pasé en la guerra, muchos pensarán, que cuando acabó en el 45 todos dábamos gritos de alegría  porque ya íbamos a volver a nuestras casas, pues esos malnacidos estaban acabados, claro que muchos lo hicieron, pero claro que otros muchos como yo no. En el preciso momento en el que se anunció la muerte de ese fanático de Hitler, no dimos gritos de alegría, no, que va, nos pusimos a pensar, a reflexionar en todo lo que habíamos perdido en esa guerra, en todo lo que íbamos a añorar a la vuelta, en las conversaciones que ya jamás volveríamos a tener, en los rostros que ya jamás nos devolverían una sonrisa, ahora nuestras emociones estarían marcadas por la tristeza y desolación, nuestras señas serían las lágrimas por haber perdido a padres, hermanos, hijos, tíos….


Aún hoy tengo pesadillas de esa guerra, desde que llegué a casa con mi madre y con mi novia, la que hasta hace tres días era mi mujer, que ahora descansa en paz, tuve pesadillas por lo que hice y especialmente por lo que vi hacer, ahora afortunadamente, disfruto lo que puedo con mi nieto, que es el que, junto con mi hija, me devolvieron la ilusión de vivir, la esperanza de que después de una guerra hay algo más y por ello doy gracias a dios por haber podido sobrevivir a esa.

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