La esperanza de encontrar a alguien
Una día de verano como cualquier otra que iba a cambiar,
¿con quién?, con nadie, como siempre, estaba solo. Aparentemente era un chico
normal, un chico más, le gustaba pasar tiempo con sus amigos, con su familia,
¿a quién no?, pero él ambicionaba algo más y sin saber cómo y porqué muchas
veces se sentía solo.
Él sabía que tenía magníficos amigos y una familia de la que
no se podía quejar, porqué entonces muchas noches se las pasaba llorando,
noches que las pasaba entre sollozo y sollozo y que ante la oscuridad de la
noche no podía dormir.
Tan solo tenía 18 años, porque entonces se sentía tan mal
con él mismo, lo normal en esa edad sería vivir feliz y como dirían ellos vivir
la vida a tope, hacer lo habitual, salir, emborracharse y quizá fumar, pero él
no era así, no, él era distinto. Muchas veces le habían dicho que cambiara, ¿por
qué?, ¿para qué?-se preguntaba, a mí me gusta como soy, se decía muchas veces.
Pero en aquellas noches, en aquellas noches, que tan largas
se le hacían, que parecían infinitas, donde parecía que las lágrimas no
cesaban, donde sus pensamientos más internos dormir no le dejaban.
Nadie lo sabía, él siempre ponía buena cara a todos, ¿cómo no
hacerlo?, si fuera como es él siempre estaría con un rostro marcado por la
angustia, quizá con las lágrimas que bañaban sus ojos en aquellas tristes
noches. No, él no quería mostrarse así para que se lamentaran, él, quien se
empeñaba en ayudar a los demás, muchas veces se negaba a que él fuera ayudado,
pues prefería llorar en aquellas noches y pensar en su vida, pensar en lo que
tenía y en lo que no tenía y lo que más le dolía, en lo que había perdido.
Seguía caminando por las calles de Salamanca sin ningún
rumbo, solo le apetecía caminar con la música, su música, que era lo único que
podía hacer que se evadiera y dejar de pensar en todo al menos un
instante.
Cuando se hizo de noche ya volvía a casa, a una casa donde
siempre pasaba lo mismo, una madre arquetipo de ama de casa, una hermana con la
que no tenía nada en común y con los mismos problemas de siempre, dinero,
discusiones, en definitiva con lo que él ya estaba acostumbrado a vivir, pese a
eso, él siempre trataba de cambiarlo, aunque en el fondo sabía que nunca
podría.
Después de la cena, como siempre se metió en su habitación,
se echó en la cama y esperó a que pasaran las horas hasta que de la más pura
extenuación se quedara dormido. Mientras estaba en la cama, se quedó pensando,
como hacía noche tras noche, como llevaba haciendo ya las noches de un año y
medio desde que perdió aquella amistad que tanto llevaba necesitando.
Reflexionaba, daba vueltas en la cama sin poder dormir, sin
dejar de pensar en lo de siempre, queriendo descansar, pero sin poder hacerlo. Perdió
a ese chico que siempre se quiere tener, pero lo peor de todo no es eso, no, es
que ese chico que se hacía pasar por el mejor amigo de todos, en realidad era
una mentira, una mentira, en la que había creído durante meses hasta que un
día, todo se rompió, todo lo falso se descubrió, en un día que para él fue el
peor de los días, más incluso que cuando perdió a su figura paterna.
Él creía que había encontrado a un amigo fiel, a un amigo
que decía que nunca lo abandonaría, que siempre unidos estarían, pero se fue y
ya más le pese nunca volverá. Muchas noches se decía-lo he olvidado, era un
falso-, pero no, su recuerdo, su rostro, su sonrisa, su voz golpeaban una y
otra vez su mente, ya sabía en su interior que jamás lo olvidaría.
Me tragué todo lo que me decía como un estúpido-se decía una
y otra vez, le atormentaba que todas las veces que hablaba con él fueran
mentira tras mentira, falsedad tras falsedad, una tras otra se las creyó todas,
le atormentaban en la cabeza, era eso lo que no le dejaba dormir, haber picado
día tras día.
Y siguió llorando, el tiempo pasaba y sus llantos no
cesaban, hora tras hora hasta casi las cuatro de la mañana siguió despierto,
envuelto en sus lágrimas que derramaban sus ojos como una catarata echa el
agua, sin cesar, sin acabar…por fin se durmió.
Cuando se despertó hizo lo mismo de siempre desayunar,
ducharse, ver la televisión y después conectarse a un chat con la esperanza de
encontrar a otro amigo igual, pero esta vez de verdad, eso era lo que
necesitaba, quizá era eso lo que ansiaba con tantas ganas.
Desesperaba y desesperaba porque ya no encontraba a nadie,
todos eran iguales, todos buscaban lo mismo, lo típico en esos chats, que antes
hasta él había criticado como algo que solo se usa para fines sexuales, pero
que ahora lo necesitaba, era su única esperanza de encontrar a alguien que
mereciera la pena en verdad. Días y días de verano se fueron con ese maldito
chat, que siempre era lo mismo, horas y horas, conectado esperando encontrar a
alguien, “especial”, pensaba el iluso de él, pero cada vez que sonaba, aquel
sonido que anunciaba una nueva conversación, tenía la esperanza de que fuera
alguna persona diferente a los habituales.
Ya quedaba solo la mitad del verano, aquel verano monótono,
aburrido y depresivo, estaba deseando que empezaran las clases, así al menos
estaría entretenido en otras cosas. Pero esa mañana, esa mañana que parecía la
misma que todas las anteriores, metido en un chat donde pasarían las horas pero
no encontraría a nadie, pasó algo que él ya pensaba que nunca pasaría.
Al poco de conectarse una persona le habló, cuando sonó de
nuevo el sonido, se dijo así mismo-será otro de los típicos cerdos que están
aquí-pero cuando pasaron los minutos, las horas se dio cuenta de que él no era
así, él no era de los típicos.
Pasaron los días y siguieron hablando, se dio cuenta de que
el otro chico era diferente, amable sincero, cariñoso…no podía creerlo, los
tristes días se convirtieron en alegres, tenía a alguien con quien compartir
todo lo que le pasaba, todo lo que él necesitaba se lo ofrecía ese chico.
En un principio dudaba en cogerle cariño-¿y si al final es
igual que el otro?-se preguntaba una y otra vez, ya le costaba tanto creer en
alguien, que tras meses le pasara algo bueno, era tan difícil para él, que casi
para él era un sueño, hasta que vio como pasaron los meses, y aún hoy siguen
hablando día a día, hora tras hora, sin que nada ni ninguno de los dos cambie.
Cuando ya se tiene a alguien para levantarse con una alegría,
cuando ya se tiene a alguien para que en aquellas noches las lágrimas se
conviertan en sonrisas, en ese momento, en esos precisos momentos es cuando
sabes que la felicidad te llega.
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