Un nuevo hermano


La lluvia resbalaba sobre los cristales. Era de noche, una de esas largas y frías noches de invierno en las que solo las mantas, con su refugio, conseguían que pasara el amargo trance del sueño. En ellas, me sentía cobijado, protegido de las sombras y los ruidos que asolaban en toda la casa. El crujir de madera, los lamentos incesantes y los pasos sin dueño me acompañaban cada vez que el sol desaparecía. Cuando el reloj de madera marcaba las diez, el fuego de las velas titilaba hasta consumirse en pocos minutos sin explicación.

De pronto, la lluvia se dejó acompañar por los latigazos del cielo, rayos que iluminaron mi cara y la habitación en la que me encontraba. Mi corazón empezó a latir más rápido, tan fuerte como las mismas gotas caían en mi ventana. A mi lado, la cera de la vela empezó a deshacerse hasta que su luz desapareció por completo.

Intenté cobijarme, una vez más, dentro de mis mantas, de aquellas que aguantan mi sudor cuando las pesadillas, aquellas que tiñen de sangre y dolor mis sueños, aparecen un día más, perturbando mi descanso.

Es este día tormentoso, cuando el cielo parecía que iba a quebrarse en multitud de fragmentos impactando en mi casa, ni siquiera la suavidad de las mantas de algodón lograron apaciguar mis irracionales miedos. De nuevo, sentí el crujir de la madera, pero esta vez más cerca. Escuché las voces de personas agónicas reclamándome a su lado y oí los pasos de alguien que no alcanzaba a ver.

Como el niño que era, me arropé hasta los ojos, intentando, deseando que esos ruidos desaparecieran para siempre. Sin embargo, eso no pasó. Las voces gritaban aún más fuerte y los pasos cada vez se antojaban más cerca. Por un momento, parecía que alguien iba a derribar la puerta, tal y como ocurría en mis pesadillas.

Pasadas las horas, el sueño me atacó.

El fuerte sonido de un trueno logró despertarme a las pocas horas. Mi visión no era nítida, tenía los ojos borrosos del poco tiempo que había descansado. Me resultaría difícil volver a dormirme, pues los extraños ruidos volvieron a aparecer en mi cabeza.

Los minutos se me antojaron horas. Quería permanecer despierto hasta que de nuevo apareciera mi salvadora, la luz del sol. Mas no pude. De nuevo, el sueño consiguió derrotarme. Pero esta vez, ya no despertaría más en el mundo de los humanos.

Aquellos pasos que escuchaba noche tras noche sí tenían dueño, y aquellas extrañas voces que me reclamaban, procedían de mis hermanos.

Un simple contacto con él consiguió cambiar mi vida. Dos señales en mi cuello son la prueba de que soy uno más de ellos.

Ahora, en la oscuridad de la noche, soy yo quien busca nuevos hermanos.



Comentarios

  1. Respuestas
    1. Sii, es un microrrelato. Cunado no tengo tiempo, es lo único que puedo escribir jajaj ¡Me alegro que te gustara! Muchas gracias por dejar tu comentario

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  2. Fantástico. Me ha gustado mucho. Ya echaba de menos tus relatos. Un saludo

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    1. ¡¡Muchas gracias!! Siempre es para mí un placer y honor que me leas y saber que te ha gustado me reconforta mucho más. ¡Un fuerte abrazo!

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